“Había una vez una princesa bellísima que comía sólo pétalos de rosa y bebía gotas de rocío. Un día, la bella princesa fue al jardín para recoger ciertas hierbas milagrosas que le harían aún más bella…”
Eran los tiempos de Maricastaña, cuando las hadas eran como de casa y vivían entre los mortales y las magias estaban a la orden del día. Eran los tiempos en que las flores y los animales sabían hablar y el mundo terminaba ahí, en el horizonte, justo hasta donde la vista podía alcanzar, escrutando desde los muros de un castillo o desde lo alto de un campanario. Entonces no había perfumistas ni cosmetólogos y , a lo más, se podía confiar en alguna pomada o en algún filtro de belleza preparados según las indicaciones del alquimista de turno o del herborista de moda.
Pues bien, puesto que hoy las curas vegetales ( la fitoterapia), están alcanzando una gran difusión y las cremas y lociones extraídas de las plantas han demostrado que ejercen una gran atracción entre el gran público, (no os voy hablar ni de bisutería fina ni de pendientes étnicos…) he desempolvado antiguos pergaminos que se remontan a finales del siglo XVI y que traen varias recetas de este tipo de fácil realización.
Estos tratamientos son especialmente útiles en otoño, cuando la piel de la cara se muestra cansada y seca por la constante exposición a los rayos del sol.
El otoño, por tanto, es la mejor época para hacer la prueba de estas antiguas recetas de belleza, recetas que estaban de moda cuando Maricastaña todavía existía.
Quita las pecas y otras impurezas.
Tómese un puñado de semillas de hinojo y redúzcanse a polvo pasándolas por el molinillo eléctrico o en el mortero. Mézclese después este polvo con igual cantidad de harina de cebada y dos clara de huevo batidas a punto de nieve. Hay que mezclarlo todo con cuidado hasta obtener una pasta suave para extenderla sobre la cara y el cuello, en una capa homogénea de dos o tres milímetros de espesor.
La mascarilla deberá mantenerse sobre la cara y el cuello durante unos 20 minutos; luego, se quita la pasta con agua templada y se suaviza la piel con un poco de crema de la que usemos normalmente.
Repítase el tratamiento cada cinco días hasta que desaparezcan completamente las pecas y otras posibles manchas que tanto nos preocupan.
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